El sistema
Francisco Pomares
No hace un mes todavía: el pasado martes 14 de febrero, la Policía Nacional desplegó por sorpresa una operación en la que se detuvo a doce personas, que fueron acusadas de delitos de extorsión, fraude, malversación, cohecho y tráfico de influencias. Fue el inicio oficial del caso Mediador, el disparo de salida de una causa general que afecta a varios parlamentarios socialistas, a una parte importante del PSOE majorero, con ramificaciones en Gran Canaria y Tenerife, que implica de distintas formas a miembros de segundo nivel del Gobierno de Torres –ex directores generales, asesores de la consejería de Agricultura- y que ha llevado ya a prisión a un general retirado de la Guardia Civil, y se conecta tangencialmente con otras investigaciones por adjudicaciones fraudulentas en la Benemérita, que ya han provocado detenciones y ceses.
Las pruebas incriminatorias se encuentran en miles de grabaciones de conversaciones y centenares de videos, conservados por el principal responsable de la trama, y descubiertas por casualidad cuando se investigaba un asunto de menor enjundia. Son grabaciones y videos que en estas tres semanas se han ido colocando en los medios de comunicación, desvelando una trama de estafas, extorsiones, componendas e intercambio de favores, aderezada con consumo de drogas y prostitución. Todas las informaciones hasta ahora conocidas proceden del sumario –que a su vez se basa en gran medida en las grabaciones realizadas por el mediador, un personaje singular, o por revelaciones directas del mismo sujeto a medios nacionales y locales.
Pero, aunque lo parezca, la importancia del caso Mediador no está en las cantidades estafadas por los principales implicados a distintos empresarios deseosos de lograr atajos o prebendas en la contratación de sus ofertas, o en la obtención de subvenciones europeas. En realidad, todo eso no deja de ser una suerte de timo del tocomocho en el que picó inexplicablemente gente bregada en el trato con la Administración, gente que uno supondría más blindada ante la labia del mediador y su fantasiosa presentación como hombre influyente y bien conectado con los que de verdad mandan.
A mi juicio, lo importante de este caso no son las cantidades estafadas a los empresarios, las comisiones que se cobraron o las decisiones administrativas que pudieran llegar a forzarse. Mucho menos las juergas de esta cutre tropa de puteros que tanto ha escandalizado a todo el mundo. Somos una sociedad incapaz de procesar algo tan obvio como el que drogas y prostitución muevan cerca de diez mil millones anuales, como el inflado presupuesto de nuestra Comunidad Autónoma. Y si las drogas y la prostitución mueven tal cantidad de dinero –casi el uno por ciento del PIB español-, es porque millones de personas se drogan o pagan los servicios de alguna de las 45.000 prostitutas explotadas en este país, ante la hipócrita indiferencia de los poderes públicos. Lo realmente preocupante de este caso, es que lo que revelan esas miles de grabaciones de audio y video, no es sólo un sindicato criminal o una trama mafiosa, sino la existencia de un sistema.
Un sistema de silencio y disimulo, cuando no cooperación y compadreo, del que participan todos los que de una forma u otra han tenido contacto con los protagonistas directos de este clan recaudador y sus pringosos saraos. Ni uno sólo de los diputados y diputadas, senadores y senadoras, alcaldes, concejales, candidatos, miembros del Gobierno, empresarios, funcionarios, mandos de la Guardia Civil, mediadores, colegas, periodistas, amigos y conocidos de Navarro Tacoronte, de Taishet, de Tito Berni, del General Espinosa… ni uno sólo de los que escucharon las golosas propuestas de los miembros del clan, fue capaz de pararles las patas o recriminar su actitud. Mucho menos de denunciarles ante la justicia o incluso amenazar con hacerlo. Nadie se indignó, nadie dio un paso en la dirección correcta. La mayoría se ofreció a colaborar, y supongo que otros decidirían mirar para otro lado. Pero… ¿de verdad nadie se enteró de nada? ¿Nadie entendió nunca lo que estaba pasando? ¿De verdad Torres no sabía lo que ocurría cuando cesó a Taishet después de alabar su gestión con infinito orgullo (está en el Diario de Sesiones del Parlamento) sólo tres meses antes?
Esto no es sólo una trama: es un sistema.