El pobre Daniel
Me quedo perpleja con todo lo que está sucediendo alrededor del asesinato de Edwin Arrieta a manos de Daniel Sancho. Presuntamente, eso sí, pues aún no ha sido juzgado, y quede claro de antemano que todo lo que escribo en esta columna, para evitar redundancias en el texto, lleva por delante el adjetivo presunto.
La verdad es que todo me parece un disparate. Tras la salida de una de las visitas de la madre al asesino confeso, la prensa se abalanza sobre Silvia Bronchalo y le ametralla con una batería de preguntas de todo tipo, excepto las que interesan: ¿Le ha ratificado su hijo que él mató al cirujano colombiano? ¿Ha pedido perdón a la familia? ¿Le ha trasladado su hijo que se arrepiente públicamente de lo que dijo que hizo? ¿Por qué lo hizo?. En lugar de eso, le vienen a preguntar: ¿Cómo se encuentra Daniel?. A lo que la madre viene a responder que está mejor, que se encuentra tranquilo, lógicamente en medio de la circunstancias.
Lo más incomprensible no es la respuesta de la madre, sino el clima de opinión generado en los platós de televisión españoles, cuyos tertulianos y periodistas sólo les falta explicitar: “Uf, menos mal, nos alegramos todos de que el descuartizador esté tranquilo y lo estén tratando bien”. Y es verdaderamente llamativo el escaso interés mediático sobre la familia colombiana, en contraste con la sobreexposición de argumentos y opiniones que se ponen sobre la mesa tendentes a lavar la imagen de nuestro compatriota: que si este ser guapo y musculado declaró que se sentía en una jaula de cristal, que si el cirujano colombiano le tenía amenazado, que si un jefe de la policía tailandesa podría estar mintiendo sobre la cárcel en que se encuentra la víctima, uy perdón, el victimario; incluso he llegado a escuchar que hasta sería posible que el que aparece en la grabación del supermercado comprando los utensilios para el crimen no fuera el pobre Daniel, sino otra persona, porque, por lo visto, se dice, se cuenta, se rumorea que en la isla tailandesa hay otro turista que se parece mucho a él…
En fin, que a mi modo de ver, le están haciendo una defensa mediática de su imagen incomprensible, mayor incluso que la del propio acusado, que ha confesado ser el autor del crimen y que lo descuartizó, sin desdecirse hasta el momento, y que ni siquiera ha querido dar muestras de arrepentimiento, al menos hasta ahora, porque si no ya lo hubiera hecho.
A mi me da que este presunto angelito de Daniel Sancho, cuya notoriedad ha saltado a la palestra por ser hijo y nieto de dos famosos actores españoles, es un niñato vanidoso, malcriado y egocéntrico, un narciso que se cree el centro de la galaxia y el más bello del universo, con una frialdad atribuible a rasgos psicopáticos, pero con la inteligencia de una perdiz que le hizo creerse invencible y el más listo de todos, lo que le llevó a cometer el mayor error de su vida. Ojalá se demuestre tras el juicio que estoy equivocada. Pero todo esto me hace pensar en la sociedad estúpida, superficial e inmoral que estamos creando. Que las apariencias de éxito personal, social y económico son sólo eso, apariencias. Y que, o empezamos a usar el raciocino con criterio propio y nos rearmamos de valores morales, o terminaremos creyendo que los malos son los buenos, como ya está pasando en tantos ámbitos de la sociedad.