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El opio del cristal 2.0

Por Álex Solar 


Jorge Edwards, Premio Nacional de Literatura en su país (Chile) y Premio Cervantes en España, y una de las figuras literarias más importantes del “boom” hispanoamericano, está en España, donde se ha radicado definitivamente. El pasado 30 de mayo, un centro cultural de Alicante, lo invitó a un coloquio, al que asistí porque habiendo leído casi toda su obra tenía curiosidad por conocerle. Era tal como imaginaba, con su aspecto de jubilado inglés, y contando cosas que me trasladaron de inmediato a mi infancia: la bohemia literaria de los escritores, que como mi padre, pasaban noches sin fin en tabernas donde se bebía vino peleón, libaciones que dejaban en las bocas huellas violáceas, hecho que inspiró el título del libro de memorias de Jorge Edwards, “Los círculos morados”.

 

Al final de su intervención, cuando se abrió el turno del público, le pregunté por el estado de la cultura y la educación en el Chile actual. Edwards, que demostró tener una memoria intacta, al oír mi nombre, recordó a mi padre, crítico literario, poeta y periodista, de su misma generación. Dirigiéndose al público, comentó que a su edad (84) era habitual que se encontrara con hijos y nietos de sus amigos en cualquier lugar del planeta, como esa noche. Lo cual “le preocupaba un poco”.

 

Le conté que un becario chileno de Erasmus que conozco, no sabía quién era él, lo confundía con un familiar suyo, su tío Joaquín, que también había sido Premio Nacional, a quien dedicó la novela “El inútil de la familia”. Ser un Edwards en Chile no es poca cosa y ser literato era pecado mortal. “Solo te diré que en Chile ya no hay buenos escritores, los libros son caros, apenas se lee y una vez en una presentación la persona que lo hizo llevaba un libro mío pirateado”, me respondió.

 

Allende lo nombró encargado de negocios en Cuba, pero su gestión acabó como el rosario de la aurora. Su libro Persona non grata, contando su experiencia, fue un verdadero samizdat que corría de mano en mano de manera clandestina al estar prohibido por Pinochet. Edwards fue colaborador y amigo de Neruda siendo éste embajador en Francia, pero no tuvo inconveniente en serlo a su vez en 2010 con el presidente conservador Piñera. Uno de sus últimos libros lo dedica a la figura de Montaigne, a quien tanto se asemeja, un escritor libre en su torreón, en medio de bandos enfrentados. Jorge Edwards sigue en Madrid, lejos de la patria, sus huellas.

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