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El olor de la democracia

Por Álex Solar


“Yo nunca había observado la política española a una temperatura tan alta. Algunos diputados, tendidos en sus escaños, parecían cadáveres en descomposición. Olía mal”. La cita está fechada el 3 de agosto de 1919, y el autor es mi admirado Julio Camba, cronista parlamentario, que añade: “Cuando leía en algún periódico eso del aire corrompido de nuestra política, creía que se trataba de una frase. Ahora lo respiro materialmente y me doy cuenta de que es mefítico”. El Congreso, ese feo edificio del que el escritor y viajero Théophile Gautier dijo en su tiempo que dentro de él nada podía ser bueno, dada su aberrante arquitectura, apestaba ese agosto por falta de aire. A sudor y a ajos. “El olor de la democracia”, apuntaba este cronista que no me canso de citar por su siempre vigente actualidad. La esencia misma del régimen parlamentario es la representación del pueblo, de la calle. No nos quejemos, pues, de que en el pasado como ahora se cuelen sus olores, sus indumentarias y peinados. O sus vicios privados.


Leo desde hace semanas diatribas contra el senador electo por Lanzarote. Aclaro que no voté por él, aunque sí por la actual diputada ecuatoguineana por Alicante, Rita Bosaho, de la misma formación. Porque es bueno que también los que no tengan ocho apellidos españoles, que viven en este país, puedan ayudar a gobernarlo. En el caso del senador, me parece que se ha gestado claramente una campaña de acoso y derribo por una situación que le afecta. El pasado nos persigue, pero no solo a él, a todos nosotros, que como humanos erramos. Que levante la primera piedra el que no se haya llevado a la boca o a la nariz alguna sustancia perjudicial para la salud o para la moral. He visto a conocidos ciudadanos (entre ellos algún periodista) que convidaban generosamente rayas en los lavabos de los bares de Arrecife en madrugadas de las que no creo que quieran acordarse. Ni digo nombres porque no soy chivato ni los condeno. No soy moralista con respecto a este tema. Tengo de libro de cabecera la Historia General de las Drogas de Antonio Escohotado, sociólogo y filósofo, condenado en su día a dos años de cárcel por una encerrona policial relacionada con estupefacientes. Recomiendo su lectura a los puritanos que envían comentarios descalificatorios. Verían que los mayores traficantes y consumidores están en las alturas. Y dejarían de criticar el olor de otros antes que el propio, a rancio.

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