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El obsceno pájaro de la intimidad

Por Álex Solar

 

Leonard Cohen, en The Future”, vaticina que la vida privada está destinada a saltar en pedazos. Así ha ocurrido desde que la prensa tomó el relevo del cotilla del pueblo, o de los chismosos de café. Aquellos del chiste en el que uno de ellos, al marcharse, les recita el recuento de sus intimidades ventiladas por los pueblerinos para que se queden a gusto y no sigan despellejándolo.

 

Con el tiempo fueron los periódicos y las revistas los encargados de airear la vida, amores y milagros de los famosos. Ya no se trataba de personajes insignificantes para los cuales el cotilleo era un ejercicio catártico, sino gentes con fama verdadera, de relumbrón, actores, fauna de los escenarios y los salones, playboys, reyes destronados, pero con ellos no era necesario dar un testimonio verídico de sus vidas, los lectores de esta prensa querían entretenimiento. El entretenimiento no es más que el arte de inventar noticias, convirtiendo el plomo o el fango de lo banal e intrascendente en oro, para provecho de peñafieles y jorgejavieres.

 

Mario Vargas Llosa está sufriendo en sus ancianas carnes la persecución de esta jauría de papel cuché. Personas que nunca antes habían mencionado su nombre ni se habían declarado sus fieles lectores, como Isabel San Sebastián y la antigua corresponsal de TVE en el Vaticano, Paloma Gómez Borrero, no paran de hablar de sus asuntos de alcoba en su mesita camilla de la televisión pública, culpando al escritor de adúltero y falso, de ser un donjuán, un seductor sin entrañas.

 

Pilar Donoso, hija adoptiva española del escritor chileno José Donoso, sacó los trapos sucios de la familia en su libro “Correr el tupido velo”, donde habla del alcoholismo de su madre adoptiva, María del Pilar y de la homosexualidad latente de su padre de adopción. Tal vez una depresión que se agudizó tras la publicación de ese libro, por otra parte muy bien escrito y documentado, la llevó al suicidio después. El mismo autor de “El obsceno pájaro de la noche”, había tenido problemas por ventilar asuntos non sanctos de su distinguida parentela, según reveló la hija infidente. La exhibición de la intimidad es siempre obscena y correr los tupidos velos es una imprudencia, pues solo es rentable para los buitres que de ella se alimentan, el cotilla, las “conciérges” (que en París eran siempre españolas) y los llamados periodistas del corazón, que en realidad lo son de la entrepierna.

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