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El mismo día, o no

Por Juan Manuel Pardellas

 

 

Cuenta el matemático y reciente Medalla de Oro de Canarias, Luis Balbuena Castellano, que Cervantes y Shakespeare murieron el 23 de abril de 1616 y que, a la vez, no lo hicieron en el mismo día. En una de esas explicaciones tan frecuentes en él que deja boquiabiertos a sus alumnos, Luis Balbuena relata en el libro Cervantes, Don Quijote y las matemáticas (del que es coautor Juan Emilio García Jiménez) que, efectivamente ambos escritores fallecieron el 23 de abril de 1616, pero que ese día no era el mismo en Inglaterra y España. “Fue Gregorio XIII quien, mediante decreto firmado el día 24 de febrero de 1582, ordenaba que el día 4 de octubre de ese año se pasara al 15 del mismo mes”.

 

Balbuena indica que el calendario fijado por Julio César tenía 365 días y un cuarto de día, lo cual era erróneo, ya que exactamente un año son 365 días, 5 horas, 48 minutos y 14 segundos y con el paso de los años ese desfase había acumulado diez días.

 

Pero la decisión papal no fue acatada por todos. En Europa, prácticamente sí, pero no en Inglaterra, donde el ajuste se produjo 170 años después. Por eso bromea el viejo y sabio profesor de Fontanales (Moya) que, efectivamente, ambos genios de la literatura universal murieron el mismo día, “pero no bajo la luz del mismo sol”.

 

Algo así es lo que algunos pueden interpretar que ha ocurrido en estas Islas tras el huracán electoral. Los tres grandes dinosaurios, los amos de la finca, han quedado descabalgados, precedidos de decisiones en las que contribuyeron a cavar su propia fosa.

 

Una actitud generosa, dialogante y, sobre todo limpia, de Paulino Rivero, a la hora de preparar su relevo (en vez de enrocarse en la aspiración a un tercer mandato), le hubiera granjeado una jubilación mucho más honrosa de la que le espera, previsiblemente al frente del CDTenerife, intentando emular a Javier Pérez que, cuando llevó a los blanquiazules hasta semifinales de la UEFA, gozaba de una popularidad que hacía tambalear los cimientos de la antigua ATI.

 

En otro de los grandes partidos, los continuos desaciertos de José Miguel Pérez, su desidia por la organización, ha dejado un erial donde López Aguilar construyó un espejismo, cimentado en el sólido trabajo de los Saavedra, Agusto Brito, Alemán, Palliser… Y Patricia Hernández, en la que ni Pérez ni muchos socialistas que ahora la aplauden creían, tiene el mérito de traer a gente, a mucha gente, adonde nadie quería ir. Pérez ni siquiera se presentó a las primarias, se bajó los pantalones con los palmeros (y no dimitió al día siguiente), conspiró para dar un tiro de gracia a Casimiro Curbelo (que se ha vengado a lo grande y aplastado a los que tanto vivieron a su sombra, tan desagradecidos y ciegos de ambición), sepultó a Alpidio (otro que fue por libre sin que nadie le rechistara) y permitió extrañas jugadas en Fuerteventura y Lanzarote que la historia o la desmemoria dejarán impunes. Un erial.

 

Y Soria, … qué decir de quien ha sepultado los mejores logros del PP en tiempo récord. Una designación discutible de candidatos a ayuntamientos, cabildos y hasta al Parlamento, junto a una evidente mala gestión de la crisis con Bravo, de las prospecciones, de las relaciones institucionales y, eso no es achacable a él (del todo) la pérdida de calidad de vida de las clase media y personas más frágiles, mucho más en el Archipiélago que en la Península, no le ayudaron la noche electoral. Bravo de Laguna dimitió la noche electoral de 1999 cuando perdió sólo 3 diputados. Ahora todos miran a Soria.

 

Los tres líderes todopoderosos del Archipiélago murieron la misma noche. O, como demostró el profesor Balbuena con Shakespeare y Cervantes, a lo mejor no, quién sabe. Como dice el lema de la cerveza Dorada, ¡qué suerte vivir aquí!

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