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El feminismo de Patricia

Por Francisco J. Chavanel

 

 

La vicepresidenta del Gobierno, Patricia Hernández, figura de baja por reciente maternidad. De sus funciones se encarga el consejero Aaron Afonso por decisión de la propia Hernández… Se espera que retorne a la actividad política a mediados de septiembre aproximadamente; habrá pasado mes y medio desde que dio a luz.
El feminismo socialista arremete contra la vicepresidenta sottovoce. Proclaman lo siguiente: si actúa como política en activo, formando parte del Gobierno, nada que oponer; pero si está de baja también tendría que estarlo del lugar en el que vive ahora, que es ese grato espacio de 500 m2 que existe en la sede presidencial de Tenerife, con todos los privilegios públicos a su alcance, transporte y seguridad entre ellos.

 

Flaco favor el que nos está haciendo Patricia con su comportamiento, dicen las lenguas sibilinas. Tendría que estar como cualquier madre en su propia casa, con su pareja, y sus perros, sin aprovecharse del erario, ni de un cargo que en estos momentos ni ocupa ni representa. Técnicamente es una ciudadana más que ha traído un retoño al planeta, cuyas circunstancias están protegidas por leyes avanzadas, donde la política y sus particulares diseños pesebristas debieran estar ausentes.

 

Desde ese punto de vista Patricia es un pésimo ejemplo para tantas madres que han sacado a sus hijos adelante trabajando al mismo tiempo, con la ayuda, poca o mucha de su pareja y familiares, conciliando su actividad privada con una vida a fogonazos y sin cuartel, donde la disciplina y los horarios espartanos exigen de la mujer lo mejor de sí, rayando la perfección y el sacrificio absoluto.

 

Ese feminismo, anidado en el PSOE, no está con Patricia, evidentemente. Está con José Miguel Pérez, deseoso por demostrar que el gobierno que mantuvo con Paulino Rivero funcionaba mucho mejor que éste. Y si no está con Pérez tampoco está con la vicepresidenta, a la que empiezan a ver como una arribista, carente de sensibilidad con las clases populares que afirma defender.

 

En realidad, todo es una conspiración contra ella, para aniquilarla y embrutecer su imagen, de la misma manera que hay otra campaña dentro de CC para desnudar a Clavijo y enaltecer a Paulino. Todo forma parte de una identidad fácil de detectar: los “presidentes anteriores” quieren seguir siéndolo; intentan evitar un pacto CC-PP en diciembre, y así fomentan un “golpe de estado”, algo parecido a una moción de censura para la primavera de 2016 –siempre que el gobierno central lo articulen PSOE y Podemos- en una historieta de política ficción tan seductora para determinados políticos del Archipiélago.

 

Patricia no ha estado demasiado lista en este asunto. Debiera saber que todos sus actos tienen una consecuencia directa en su partido, en el gobierno y en la sociedad. Mi “feminismo” no da para tanta crítica. Entiendo que sin actuar como vicepresidenta sigue dentro del Gobierno. Es hilar muy fino pedirle que en ese mes de invisibilidad se mudara a su antigua casa e hiciera como el resto de mujeres, aunque hubiera sido un magnífico ejemplo, sin duda.


Huele a encastillarse, a empadronamiento con un poder que lo buscó a toda costa hasta incluso romper el equilibrio regional, a estar por encima del bien y del mal cuando ella, para la política, acaba de nacer al igual que la criatura que ha traído al mundo.

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