El drama toca a la puerta
Antonio Salazar
La situación de las cuentas públicas española es dramática aunque la pachorra gubernamental nos invite a creer lo contrario. Desde 2007, no hemos tenido superávit en ningún ejercicio y solo en 2018 se bajó del 3% de déficit público, a lo que nos obliga Europa. En los últimos 10 años, con gobiernos de PP y PSOE, en 9 hemos estado en el podio de los déficits más elevados de la Eurozona (cuatro veces primeros, tres segundos y dos terceros).
Esto ha sido posible por una clase política irresponsable que busca y encuentra colectivos a los que mimar a cambio de votos, mientras que se anuncian aumentos en los impuestos a los ricos. Como quiera que de éstos desgraciadamente no hay muchos, el propósito se consigue haciendo crecer la deuda pública porque el gasto de nuestros gobernantes, pese a lo que nos quieran hacer creer, no surge de su habilidad gestora, se paga con impuestos presentes o futuros -deuda-.
La flexibilización de las reglas fiscales para atender las consecuencias del Covid le vino tan bien al gobierno como a un resacado una cerveza. Tampoco se encendió el piloto rojo de peligro porque la deuda se pagaba con crecimiento, no con amortizaciones (la deuda crecía menos que la economía) hasta poco antes de la pandemia. Hoy no. Se ha unido a una elevada deuda y unos déficits recurrentes una inflación desatada que elevará los tipos de interés y con ello, el precio al que habrá de colocar la deuda, la nueva y la que se renegocie. España tiene una deuda del 118% sobre el PIB, pero el riesgo en ejecución de avales ICO en su peor escenario, la elevaría hasta el 152,2%. En esa alocada carrera de compra de votos, quieren subir las pensiones en un sistema ya muy desequilibrado entre quienes cotizan -a cambio de un pago futuro- y quienes perciben pensión, de tal modo que los compromisos con los primeros equivaldrían al 300% del PIB. Esto elevaría nuestro riesgo hasta el 452% sobre PIB.
La capacidad de pago de una persona o empresa viene determinada por sus ingresos presentes y futuros. En cierto modo también funciona así para el estado, como agente económico que es. Se considera que puede imponer unos determinados impuestos con los que cumplir ante sus deudores pero se empieza a observar una notable resistencia ante la subida generalizada de tributos que se han anunciado. No es inusual comprobar que se recauda mucho menos de lo que se anuncia, quizás porque como nos enseñara Laffer un tipo del 0% recaudaría 0 pero un impuesto del 100% también recaudaría 0. Así que si ahí no está el problema, toca coger el toro por los cuernos, ir a un proceso de consolidación fiscal y ser, por una vez, responsables.