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Egos, alcaldes y sonrisas congeladas


Francisco Pomares

 

 

Tras el cierre del Congreso coalicionero, la agenda política nacionalista parece ocupada por el intento de diseñar un formato que permita a los alcaldes independientes su integración bajo el paraguas que Clavijo les ofrece. Pero eso no es fácil, no se trata simplemente de sumar nombres y municipios, sino de resolver un puzzle de egos, relatos cruzados, intereses locales y algunas cicatrices recientes. La política, funciona a veces como una carpintería: hay piezas que no encajan compartiendo perfiles similares. La paradoja a la que se enfrentan Coalición y el partido de Teodoro Sosa consiste en que, pese a que existen afinidades evidentes entre los dirigentes locales y la dirección de Coalición, el camino hacia una síntesis organizativa está sembrado de obstáculos.

 

El primero -y quizá el más visible- es la resistencia activa del aparato mediático al servicio del incombustible Román Rodríguez, ese estratega de lo inmutable que ha sabido convertir su propia supervivencia en una forma de arte contemporáneo. El ecosistema de medios digitales afines al universo romaní -una suerte de aparato de agitpro vintage, pero con wifi- ha activado su artillería. Cualquier acercamiento entre independientes y Coalición es presentado como un intento de suplantar la auténtica voz del nacionalismo grancanario, convenientemente definida en torno al propio Román, que -por supuesto- vigila todavía y siempre cualquier movimiento que amenace su narrativa hasta ayer hegemónica. No está dispuesto Román a que una obra maestra de ingeniería política -su liderazgo- sea destruido por una suma de advenedizos vendidos a la burguesía de Tenerife que lo único de lo que disponen es de unos pocos votos.

 

En este contexto de hostilidad ambiente, el rol futuro de figuras como la alcaldesa de Mogán, Onalia Ramos, resulta especialmente complejo. Onalia dio el salto hacia Coalición cuando la ruptura de los otros munícipes independientes con Nueva Canarias aún no se había consumado. Su movimiento precursor fue interpretado por muchos como un acto de valentía y riesgo táctico. Hoy, con el nuevo escenario sobre la mesa, no parece que la precursora -una señora muy de armas tomar-, esté dispuesta a aceptar ser desplazada a una posición subordinada. Exige visibilidad, espacio y garantías. Y una atención especial de Clavijo, primus inter pares. En ese esfuerzo por consolidarse como actora clave en el nuevo mapa, se ha vuelto, digamos, algo mimosa. Su encaje no será sencillo, ni automático.

 

Por otro lado, en paralelo a esos movimientos, Coalición debe gestionar su propia aritmética interna en Gran Canaria. La eventual articulación de una plataforma con alcaldes independientes no debería construirse a costa de marginar a Pablo Rodríguez y otros referentes locales del partido. Han mantenido es estado vegetativo el proyecto en Gran Canaria, durante los duros años de travesía por el desierto. Sería injusto, pero sobre todo sería un error castigarlos con el arrumbamiento. La lealtad de Pablo Rodríguez al equipo de dirección del que forma parte ha sido sin duda bien recompensada. Hoy es pieza absolutamente capital en los equilibrios de poder de un artefacto político –Coalición- que se sostiene sobre muchas patas distintas. Pero es cierto que los vientos soplan ahora desde otras partes, y el hombre y su parca cuadrilla están sumidos en cierta inquietud. No es que sean la gente más currante de la tierra, pero de tontos no tienen un pelo: lo último que quieren es llegar a la cita con el poder de verdad… y descubrir que otros ya han cruzado y cerrado esa puerta.

 

En esas claves radica el dilema: cómo sumar sin restar, cómo abrir el proyecto sin aparcar a los que sostuvieron la estructura. Y, sobre todo, cómo hacerlo sin ceder ante los que entienden la política como un juego de recompensas. No es una cuestión menor: si Coalición aspira a consolidar poder real en Gran Canaria, debería dejar de parecer una agencia de recolocación de independientes en tránsito.

 

Por todo eso, entre las fórmulas que se barajan para avanzar en un acuerdo que funcione, figuran dos modelos principales. El primero, una coalición en las legislativos, que incorpore perfiles y votos locales sin suponer integración orgánica. Sería la señal de que las cosas cambian, eppur si muove. El segundo es la constitución de una plataforma política con entidad propia, que agrupe a los alcaldes y grupos independientes, con el respaldo explícito de Coalición, pero manteniendo la autonomía. Es el formato ensayado en El Hierro y otras islas, que permite un encaje más progresivo, aunque presenta problemas no menores de liderazgo, coordinación y relato. Y además, parece que Onalia no termina de verse ahí: hay sospechas y sonrisas congeladas en las fotos.

 

Con su particular tradición de liderazgos volcánicos y pactos efímeros, Gran Canaria no ha sido nunca terreno fácil para las alquimias partidarias. El encaje sigue pendiente. No han dado con la fórmula mágica de Fierabrás. Pero sí, esta vez la están buscando

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