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Diez minutos más en la Magdalena

Francisco Pomares

El Gobierno y el Partido Popular llegan a la reunión de Santander con la trinchera que les separa más profunda que nunca. Parece imposible que puedan conciliar –siquiera que pretendan intentarlo- sus posiciones enfrentadas sobre la reforma de la ley de Extranjería y el desafío que supone la inmigración ilegal. Feijóo se ha negado hasta ahora a facilitar la reforma del artículo 35 de la ley, exigiendo al Gobierno de Sánchez que cambie su política migratoria, ofrezca garantías de financiación previa al reparto de los menores y refuerce con medios propios y del Frontex los controles para reducir el desembarco de irregulares. Los presidentes regionales del PP están de acuerdo en su conjunto con la posición de Génova, que es rechazar cualquier posibilidad de alcanzar acuerdos con el club de Sánchez.

 

Por eso el Gobierno central ha acogido con entusiasmo la última estrategia propuesta por Fernando Clavijo: convencer a Junts para que vote a favor de un decreto-Ley que permita el reparto de los menores que llegan a Canarias entre las distintas regiones del país. Lo que se ofrece a Cataluña es reubicar los menores procedentes de Canarias y Ceuta en todas las comunidades, a cambio de no tener que recoger Cataluña ni uno más: si se aplica un criterio poblacional, Cataluña ya supera su cuota. Y además, el PSOE podría acelerar la cesión de las competencias migratorias -¡¡anatema!!- y que –en Junts son indepes, les encantan los símbolos- los mossos paseen con la Guardia Civil o la Policía Nacional en puertos y aeropuertos.

 

No es, desde luego el mejor momento para cesiones a Puigdemont por parte del PSOE, pero el PSOE estaría dispuesto a hacer lo que haga falta para restaurar la mayoría de la investidura, bastante ajada por las impertinencias de Junts y la creciente tronadera de Podemos. Puigdemont se ha sacado su último sainete de la manga con la moción de confianza, que deja a Sánchez mismamente a los pies de los caballos, y Podemos quiere cobrarse en sangre (o en impuestos a las eléctricas) la traición de Yolanda Díaz.

 

El PSOE ha demostrado tragaderas, y sería estupendo que se produjera un milagro, pero es bastante improbable: con la corrupción rondando a la familia del presidente, a su partido y a las instituciones más cercanas, es poco razonable esperar del PP algo más que una negativa cerril a cualquier acuerdo de Estado. En el partido de Feijóo están completamente convencidos de que el tiempo de Sánchez se ha agotado, que ya ha empezado la decadencia del sanchismo, y suponen que el presidente acabará por tirar la toalla. Sólo piensan en cómo ayudarle a hacerlo. Creer que Sánchez va a rendirse es solo una demostración clara de que no le conocen. Sánchez aguantara hasta que alguna señal le anuncia la posibilidad de remontar electoralmente, o hasta que los jueces conviertan su Presidencia en invivible. Y en ese contexto de resistencia numantina, es muy difícil esperar que Clavijo pueda convencer en diez minutos cronometrados a los barones del PP para que acepten la reforma de la Ley de Extranjería.

 

Diez minutos no parece tiempo suficiente para desandar un año largo de desacuerdos y folclores en materia de inmigración y menores no acompañados. Es difícil encontrar más argumentos de los que ya se han usado, ni mostrar más entusiasmo y voluntad para lograr un acuerdo que el que ha derrochado inútilmente el presidente canario.

 

 

Pero todo hace pensar que esa opción se pudrió hace tiempo… incluso si Clavijo lograra en sus diez minutos sembrar la duda en algunos presidentes, los suficientes, ni el PP ni el PSOE estarían obligados a cumplir las recomendaciones de la Conferencia. Todo esto no deja de ser pura formalidad. En Santander los presidentes de las autonomías van con preocupaciones muy diferentes, Probablemente una de las quejas principales sea formal: Sánchez ha pasado de convocarlos dos veces al año como establece el reglamento, a fin de cuentas, representan a la fachoesfera en su mayoría. Y luego se hablará de financiación, de vivienda, de sanidad, de asuntos que preocupan a los ciudadanos más que la emigración, aunque en los últimos sondeos aumente la preocupación ante la llegada de emigrantes.

 

Pero lo que se cueza en Santander, si Santander sirve para algo, no irá probablemente por ahí.

 

Mientras, al Gobierno regional se le gasta el tiempo y la paciencia. Clavijo, incansable, estuvo ayer en Bilbao, intentando vender su ‘Plan B’ al PNV. Con los datos de la ministra Rego, tampoco tendrían los vascos que acoger a muchos niños y jóvenes emigrantes.  Si al final eso tampoco sale, si todo sigue igual en el arranque del próximo año, quizá toque romper la baraja.

 

Canarias está acostumbrada a que sólo nos presten atención cuando gritamos muy fuerte y todos unidos. Y eso hace décadas que no ocurre.

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