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Destino refugio

Por Juan Manuel Pardellas

 

 

Como primera respuesta tras el atentado a los cruceristas de Túnez, con 11 millones de habitantes, las compañías MSC y Costa Cruceros han decidido excluir a este país de sus escalas en sus rutas por el Mediterráneo. Previsiblemente, si ocurre como en otras ocasiones en otros destinos, esta decisión creará un efecto contagio en P&O, Oceania, Holland y Princess y otras navieras más. Por no hablar de líneas aéreas y agencias de viajes.

 

Túnez era una esperanza en el Mediterráneo. Había bajado el paro tres puntos del 18% en 2011 al 15% en 2013 y, aunque muchos datan el nacimiento de la Primavera Árabe en las protestas de saharauis de Gdeim Izik y el desmantelamiento de su campamento, Túnez fue la cuna de la primavera árabe, cuando las movilizaciones de cientos de miles de (sobre todo) jóvenes y mujeres lograron el derrocamiento de Ben Alí el 14 de enero de 2011.

 

La geografía jugó una mala pasada a este encantador refugio del Mediterráneo. Enclavada (ahogada, diría yo) entre Libia y Argelia, Túnez ha visto también cómo las burbujas del hervor de aquellas propuestas se han ido apagando ante la estremecedora amenaza del Estado Islámico. Si la vista de sus ciudadanos diera para ello, todos en estos momentos miran a Sicilia e Italia como única salvación. En 2006 visitaron Túnez 146.000 turistas españoles. El año pasado, sólo 24.600. Allí están instaladas tres cadenas de mucho raigambre en Canarias: Iberostar, Vincci y RIU (información del Ministerio de Asuntos Exteriores de España).

 

Los indocumentados de siempre celebran ahora una nueva inestabilidad y desvío de turistas que va a llenar los bolsillos de los dueños de hasta los hoteles y alojamientos más mugrientos. Lo cierto es que tenemos una flor en el culo. Cuando la tendencia del turismo mundial nos había advertido que el año récord de 2014 no se repetiría en este 2015, otra desgracia en un destino competidor hace frotarse las manos a nuestros más despreciables empresarios (la minoría, pero los hay).

 

Los expertos aseguran que somos un destino que durante años y años ha vivido del espejismo de un crédito que no es nuestro. Dicen que entre 1 y 3 millones de turistas/año no nos pertenecen, no han elegido Canarias como su primera opción ni siquiera se lo habían pensado. Las cifras de repetidores (casi del 75%) demuestra que tenemos esa capacidad para conquistarlos una vez están aquí.

 

Así se las gasta la industria. Y es una buena lección que debe tenernos preparados para cualquier cosa que nos pueda ocurrir, sin ni siquiera tener que imaginar una masacre, basta con sugerir la instalación en Las Palmas de una base logística para las misiones humanitarias, médicas o militares que se trasladen a África para luchar contra el ébola, o la instauración de una tasa turística o la llegada de una plaga de langostas.

 

Hay demasiados ojos que acechan a Canarias y la sensación que tengo es que no estamos ni pertrechados, ni defendidos, ni siquiera entre nosotros, aquí dentro. En los últimos años, con una desfachatez que raya el insulto, nuestros propios gobernantes no han parado de torpedear a nuestra principal industria, culpándola de contratar pocos efectivos o de asfixiar a los trabajadores en condiciones de esclavitud. Si así se las gastan quienes nos gobiernan, ¿qué podemos esperar de nuestros competidores?

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