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Cien mil Alvises

Francisco Pomares

 

 

Cada poco, la política española nos sorprende con la aparición de algún nuevo listo de la caja del agua. Si vas de fino o trabajas para Tezanos al tonto lo puedes llamar ‘fenómeno electoral’, en una operación de maquillaje léxico. Un fenómeno suele ser algo especial y grande, pero la mayoría de los tontos de nuestro paisanaje nacional no son ni grandes ni nada especiales. Responden más bien al modelo mediocrático y populista que hoy parece ser la receta universal de la política para despertar pasiones.

 

Uno de los candidatos a llevarse el premio de este mes al fenómeno electoral es Alvise Pérez, ese señor que –siguiendo la estela de su propia e inexplicable suerte- consiguió hacerse con tres escaños que le sobraban a la derecha en el Parlamento Europeo. Lo hizo vendiéndole al personal la idea de que hay muchas formas de hacer política, pero que la suya es la única verdaderamente diferente. Porque la política que hacen todos los demás es corrupta y la suya es lo contrario: limpia, y de tan limpia, transparente. Como ejemplo de su diferencia, Alvise convirtió su sueldo de diputado en una lotería populista, sorteando entre sus electores su salario estratosférico como diputado europeo. Y la verdad, la operación le salió redonda. Alvise superó los mejores pronósticos y se metió en el hueco del bolsillo dejado por su salario fugitivo, hasta 800.000 votos de gente entusiasmada al descubrir su vocación de hombre cargo polinesio.

 

Hace dos semanas, a Alvise le descubrieron un bulto sospechoso, una infección necrosada en su impoluto y justiciero discurso de siempre. Se supo que se había embolsado cien mil pavos de un chiringuito financiero que responde al nombre de Madeira Invest Group, propiedad de un crápula del bisnes, llamado Álvaro Romillo. Alvise fue tan categórico como suele: desmintió cualquier relación pasada o presente con el asunto, negó haber recibido fondos del ínvest ése, y rechazó de plano haber hecho negocios con su responsable y –de facto socio-, Álvaro Romillo. Romillo lo cogió con el paso cambiado, le denunció ante la Fiscalía y probó fehacientemente que le pasó la pasta porque Alvise le pidió dinero para financiar su campaña, a cambio de trabajar en Bruselas para defender el negocio cripto, y además se conocen de atrás.

 

Alvise tuvo que admitir a regañadientes que sí, que Romillo le entregó cien mil  euros como pago de servicios sin factura, y que él los aceptó como un anticipo de servicios a prestar como autónomo, que sin embargo no aclara. Lo único cierto es que el nota se metió los mil de los grandes de una tacada, sin arrepentimiento ni pesar, y mintió descaradamente. Hasta ayer. Ayer el ariete de corruptos, el influencer más salvaje del país, el hombre del verbo fácil y la lengua asesina reconoció haber recibido esos fondos en metálico, cien mil euros, cien veces más de lo que la ley permite recibir en metálico, y el doble de lo que se puede donar a un partido o agrupación electoral al año.

 

Pero no lo hizo por avaricia o golfería… en una tierna colección de sentidas explicaciones, hizo saber a sus seguidores, que si aceptó tal morterada en metálico y sin factura no fue para evitar pagar impuestos, como podría suponer cualquiera, sino porque es un firme defensor de iniciar ya la “guerra de la libertad fiscal contra el Estado-nación que quiere prohibir el efectivo”. Alvise cobró los 100.000 euros en la sede de Sentinel, una empresa de Romillo dedicada al intercambio de criptomonedas y efectivo entre particulares. Alvise le pidió 360.000 euros para afrontar la campaña, pero pidió que no fuera dinero rastreable por el Tribunal de Cuentas: “en cash”, que no deje rastro.

 

Romillo se lo entregó, pero ha dejado a su socio y colega con los calzones al descubierto: mentiroso, evasor de impuestos y probablemente golfo apandador. Porque del dinero, si te he visto no me acuerdo. No se sabe dónde fue a parar, aunque Alvise ha dicho que usó el suculento presente recibido para financiar su campaña, comprar gorras trumpianas, pagar papeletas electorales y abonar los gastos de viaje y hoteles. Pero no se ha molestado en presentar ni una solitaria factura que demuestre que los dineros recibidos fueran a parar a la campaña. Una campaña, por cierto, en la que Alvise dijo a sus votantes y seguidores que se pueden hacer las cosas de otra manera, sin infectar las elecciones con dinero oscuro. Un brillante ejemplo, el suyo.

 

En fin, que le han cazado con todas las de la ley: en las redes que le vieron espumar, ya se vacilan cruelmente de él. Y él señala a Romillo por ser un estafador, aunque de momento sólo presunto. Sus empresas están investigadas por fraude masivo: entre pillos anda el juego. Al fenómeno Alvise le pueden caer hasta cinco años. Por incumplir la ley electoral. En serio.

 

 

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