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Caminando sobre el agua

Francisco Pomares

 

A los efectos de esta concreta tira, y para no liarla más aún, vamos a olvidar el asunto del cambio de posición de España sobre el Sahara, de la salvajada de Melilla, de la extraordinaria cooperación en torno a la valla ripiada por Sánchez y (también) de las barbaridades que cuenta la prensa argelina sobre los motivos del cambio, haciéndose eco del libelo digital que es ahora el ‘France Soir’. Vamos a olvidarnos de todo eso y concentrarnos en cómo funciona esto de la negociación de las aguas marroquís y la delimitación de la mediana marítima entre ambos países en lo que se ha dado en llamar ‘la fachada atlántica’, que es el espacio hacia el que miran los marroquís cuando miran hacia Canarias, y el que vemos los canarios cuando miramos hacia Marruecos. Una espléndida paradoja, esta de que ambos pueblos –el de Marruecos y el nuestro- vean exactamente lo mismo cuando miran en direcciones contrarias. Quizá eso explica la dificultad práctica de llegar a un acuerdo que no debiera precisar de mucho más que de un metro muy largo y un conocimiento rudimentario de matemáticas. Lo que pasa es que en esta negociación (que empieza hoy, y no ayer, como nos han querido vender, y en la que Canarias no participa, ni probablemente va a participar), hay en juego distintas cosas.​

 

​La primera es la mar salada, lo que hay dentro –peces, calamares, crustaceos- y lo que hay debajo –petróleo, telurio, tierras raras y sueños de grandeza-. De esa tira de agua que se extiende de la ribera africana a las costas isleñas, Marruecos reivindica el mar territorial marroquí hasta doce millas y una zona económica exclusiva de doscientas a contar desde sus costas. Nos enfadamosmucho cuando Marruecos publicó laintención de reclamar lo que cree suyo. Pero es curioso que nadie –nadie- recordara entonces que España había hecho exactamente lo mismo, solicitar la extensión de las aguas canarias hasta las 200 millas (350 en la plataforma), y seis años antes de que lo hiciera Marruecos. Lo que ocurre es que España siguió el trámite y pidió autorización para la expansión de sus aguas a Naciones Unidas, mientras que Marruecos se limitó a aprobarla en su Asamblea y Senado, algo que carece de valor legal, y que no sirve más allá de proclamar que el Mazjenconsidera que el mar es suyo y que lo quiere. En materia de aguas, en realidad, lo que Marruecos ha ganado con la firma de los acuerdos oprobiosos es la aceptación tácita del Gobierno Sánchez de la extensión de su litoral desde Tarfaya hasta Cabo Blanco, 1.100 kilómetros de costa rica en pesca y materia primas, que se explotan ilegalmente, ahora con España calladita y en el rincón.

 

​Por eso, la segunda cuestión es la honra, donde España no ha quedado precisamente bien retratada. Y en Canarias corremos el riesgo de quedar peor, de hacer un ridículo espantoso: hace dos años y medio, Torres juró por sus ancestros que Marruecos no tocaría ni un milímetro de las aguas canarias, y ha seguido diciéndolo aunque cada vez en voz más baja. También prometió que estaríamosen las negociaciones bilaterales para la mediana, las que empiezan hoy. Lo que no dijo Torres es que su Gobierno solo estaría en los encuentros técnicos españoles, no en la mesa en la que los de Exteriores se sientan con los enviados de Rabat. El consejero Julio Pérez, que es un profesional del encaje, una rara avis en el Gobierno floral, no tuvo ayer mucho problema en reconocer la verdad: que a él y a José Miguel Ruano donde les dejan estar es en las reuniones españolas.

 

Y es conveniente que estén, aunque sea para que Madrid no la pifie de nuevo. Que hay precedentes serios: cuando el BOE publicó el Estatuto reformado del 2018, se les olvido meter la parte de las aguas canarias, el anexo que incorporaba al Estatuto la ley canaria 44/2010, en la que por vez primera se fijaron las aguas del Archipiélago. Si el BOE es capaz de despistarse y no meter nuestro mar interior en el Estatuto, imaginen lo que serán capaces de olvidar los cuellos blancosde Exteriores cuando empiecen a rebozarlos en pastela y cuscús.

 

Madrid no se ha creído nunca lo de las aguas canarias. Ni creen que Canarias deba estar en las negociaciones. Ya nos contarán de que va, si se tercia. Han montado el numerito de la reunión técnica para que Torres nos lavenda. Lo que debería hacer Torres es mandarle a su jefe un Estatuto de Autonomía que esté completo. En la mayoría de los que circulan por internet (y por los ministerios) falta todo el anexo. Lo figo en serio. No es coña. 

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