Buenismo
Guillermo Uruñuela
Resulta complicado moverse por el mundo en los tiempos que corren. Uno ya no sabe dónde está ubicada la línea roja para no sobrepasarla porque se ha vuelto tan difusa que cuesta apreciarla. Hace años tenía claro hasta dónde podía llegar; quizá fruto de la ingenuidad infantil o juvenil, pero el sentido común me guiaba por la vida para no actuar de forma inadecuada.
Sin embargo, hoy tu propio criterio sirve para poco de cara a la sociedad y la corriente es la que es. No tienes mucha escapatoria: O te sumas a ella o te conviertes en un fanático. Todo al negro o al rojo. Y no le den más vueltas. Existe un único camino y suerte al que vaya por libre o se oponga.
El entramado internauta y los usuarios de las redes sociales se han convertido en soldados silenciosos de batallas que no puedes ganar y te encontrarás sólo si osas ubicarte en un espacio que no es el mismo que el de la mayoría. Muchos en privado te darán la razón, pero públicamente, permanecerán en silencio o, en su defecto, realizarán un ejercicio de hipocresía basado en mecanismos de supervivencia.
Nos hemos convertido en un rebaño estúpido al que se le ha arrebatado el criterio y ante las sandeces, permanece impasible. Muchas veces, lo más cómodo, lo más sencillo, ante una situación controvertida es mantenerse neutro. De esa manera no incomodarás a nadie y sobre todo no te expondrás. Por otro lado, esta forma de actuar genera una cierta autocensura que nos imponemos para que no nos juzguen.
Un servidor, que con frecuencia escribe en estas páginas, muchas veces ha declinado la opción de abordar temas de actualidad cuando no estaba de acuerdo con la línea argumental de la mayoría. Y en esa encrucijada, o daba a la razón en contra de mis pensamientos -cosa a la que no estoy dispuesto- o me enfrentaba respetuosamente a lo predicado. Pero no es sencillo. Hay que elegir, en ocasiones, las palabras con tanta precisión que la tarea se puede convertir en un menester quirúrgico. Y todo ello para que venga el soplagaitas de turno a colocarte un cartel a la espalda, así, de buenas a primeras.
Es complicado ser buenista y pasar desapercibido; que no chirríe ninguna nota de la partitura que ha compuesto una mayoría que no tiene ni rostro ni nombre. Especialmente resulta complejo hacerlo en las páginas de un periódico o en un portal web ya que tu nombre quedará ahí. Es lo mismo que ocurre con los mensajes de voz de WhatsApp. Hay que tener cuidado con ellos porque fuera de contexto te pueden dañar. Por ese motivo cuando tengo algo importante que transmitir o llamo o quedo en persona. Con los artículos ocurre un poco lo mismo aunque sea triste; si es un tema farragoso llámenme, les invito a un café y les doy mi opinión de lo que quieran. De esa manera siempre podré negarlo, si veo que mi vida corre peligro.