Arrecife, capital de la abstención (53,71%)
Por Miguel Ángel de León
Ajena a los cantos de sirenas de políticos y de sus propagandistas periodísticos, la abstención volvió a crecer en Lanzarote en general y en su capital, Arrecife, muy en particular (53,71% del electorado potencial, que se dice pronto y fácil), pese a las amenazas habituales de los de siempre y en contra de todas las encuestas y de los linces de la prensa (el cielo les conserve la vista) que barruntaban equivocadamente una mayor participación electoral el 24-M gracias a la aparición de nuevas formaciones emergentes. ¿Ustedes la vieron? Las frías cifras del recuento tampoco. Otra sonora y sonada bofetada sin manos la que les han vuelto a dar a los vendedores de humo profesionales todos los abstencionistas que en Lanzarote son/somos… y creciendo, elección tras elección. ¿Y qué ganamos con eso? Nada, porque el abstencionista, al contrario que la mayoría de los votantes que se votan a sí mismos (candidatos) o que votan al familiar o al amigo que le tiene prometido un puestito, no tiene ningún interés secreto, y mucho menos económico o egoísta, con su ausencia ante las urnas. La abstención es cualquier cosa menos interesada: nadie se abstiene para obtener algo a cambio. No puede decirse lo mismo de todos los que votan, aunque no dudo que pueda existir el votante noble, como existe el creyente que tiene fe ciega en su religión.
¿Y la valentía del abstencionista que le dice a todos los candidatos sin excepción: “No te creo, no te voto”? En pueblos pequeños como los de Lanzarote, todos los abstencionistas (que no tienen derecho al secreto del voto, otro agravio comparativo con respecto a los “valientes” votantes) quedan retratados ante todos los candidatos, mientras que los votantes pueden decirle a cada uno de los políticos que han votado por ellos, aunque hayan puesto en el sobre sólo una rodaja de chorizo, como ya hemos visto.
Todas estas evidencias no las entenderán jamás los fundamentalistas del voto, que están en su negocio y que todavía van intentando dar lecciones a los abstencionistas y presumiendo de ser más demócratas que nadie. Son los mismos fundamentalistas que votan por inercia, jamás por convicción ideológica (si la hubiera o hubiese), que no se piensan el voto porque ya lo tienen comprometido o vendido de antemano al político que enchufó al pariente o que le tiene prometido un carguito o una subvención “cultural”. Si en democracia lleva más razón la mayoría, ¿qué argumento tienen las pocas personas que han votado en Arrecife, por ejemplo, para hablar desde una supuesta superioridad moral que nadie les ha concedido? Por cierto, ningún abstencionista ha podido votar a ningún imputado judicial por corrupción. ¿Pueden decir lo mismo todas las personas que han votado –un suponer- en Arrecife? ¿Quién rechaza entonces con su abstención y quién apoya, avala y aplaude con su voto la corrupción? La respuesta está en el alisio y en las cifras que obtuvo el partido político más votado en la mismísima capital conejera, cuyas siglas no voy a nombrar por vergüenza ajena y propia (en su día fui votante de las mismas, y cada día que pasa me arrepiento más).
Sin hacer publicidad, sin eco en los medios (donde sólo encuentran odio o, en el mejor de los casos, indiferencia y ninguneo), sin ensuciar paredes, sin dar mítines, sin comprar voluntades, sin tramposos gabinetes de prensa, sin posibilidad de ser entrevistados o de participar en los falsos “debates” electorales, con o sin la irrupción de nuevas fuerzas emergentes, la abstención sigue creciendo en Lanzarote elección tras elección. Siempre fuimos la isla más abstencionista, desde los albores de esta democracia que hoy han trocado en maldita partitocracia los mismos que siguen insultando a los abstencionistas de cuyos bolsillos también salen los sueldazos que se autoadjudican unos políticos cada día más alejados de la verdadera mayoría social de la isla.
Como el coronel de la excelente novela de Gabriel García Márquez, la abstención no tiene quien le escriba. La mayoría de los periodistas, o son reos de la dictadura de la corrección política, o están enchufados a dedo por políticos en gabinetes de prensa para que canten las bondades del enchufador y hagan su constante alabanza y propaganda con el dinero de toda la ciudadanía (abstencionistas incluidos); o no terminan de entender qué es la abstención y la analizan siempre de una manera frívola (“cosa de pasotas”, “vagos que prefieren la playa a ir a votar”… incluso si todo el día estuvo lloviendo a cántaros y no se vio a nadie en las playas); cualquier excusa les vale a quienes interesadamente se niegan a aceptar la dura realidad de una abstención activa y más que justificada. La abstención la motivan siempre los malos políticos, nunca los abstencionistas. ¡Vota por tu dignidad: abstente de votar!