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Arona: el sainete recurrente

  • Francisco Pomares
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    El PSOE de Arona se rompió hace ya tiempo. Las acusaciones mutuas de corrupción, las injerencias externas denunciadas por los críticos al alcalde, las chulerías y matonismo del entonces presidente del partido, el empresario Agustín Marichal, y la incapacidad de la dirección regional para resolver el entuerto en el equipo de Mena, acabaron por provocar la ruptura del partido en dos mitades casi perfectas. La única diferencia entre ellas es que en una de esas mitades reinaba el alcalde, haciendo con su nueva minoría de gobierno exactamente lo que se le antojaba. Entre otras cosas, dejar a sus colegas críticos sin mando alguno en plaza. Mena, acusado por su oposición interna de encubrir, cuando no fomentar, intervenciones corruptas de un abogado extorsionador, recibió finalmente la instrucción del partido de firmar un tratado de paz con sus adversarios, con quienes le habían denunciado como encubridor de golferías ajenas. 

     

    Por supuesto, Mena se negó: el PSOE de Arona era ya territorio de familias enfrentadas a muerte, de Capuletos y Montescos, y pretender matrimoniarlos de nuevo era una tarea inabordable. Ante la negativa de Mena de aceptar las condiciones de paz, y después de varios intentos bastante ridículos de imponer la auto inmolación consentida de su némesis, Luis García, la dirección regional optó por una solución que a Torres se le antojaba salomónica: expulsar a los dos del partido, y de paso también al empresario Marichal, que había osado denunciar que uno de los hombres de Torres -Blas Acosta- había sido el muñidor en la sombra de la hoja de ruta de los opositores de Mena, el hombre que urdió todo el plan para sacarlo de la alcaldía. 

     

    García aceptó disciplinadamente su expulsión, convencido por alguien -él jura que por el propio Torres- de que su obediencia sería recompensada con un regreso triunfal, cuando Mena hubiera caído. Pero Mena no iba a conformarse con cumplir disciplinadamente el rol de expulsado y víctima y optó por  recurrir ante los tribunales. 

     

    Sorprendentemente, ganó todos sus recursos:  este PSOE de ahora tiene poco que ver con aquel de Alfonso Guerra en el que, cuando la dirección le ponía la cruz a alguien, él Inter fechó podía darse definitivamente por amortizado. Los de ahora aprendieron poco en los tiempos de esplendor: no saben ni aplicar el reglamento. Mena -con alguna ayudita- salió indemne de todas las denuncias presentadas contra él por los socialistas, se atrincheró con sus leales en la alcaldía y siguió mal gobernando un ayuntamiento sumido en el caos, en el que lo único que camina son los expedientes urbanísticos que mueve su abogado de cámara. 

     

    Los díscolos asumieron sin mucho juicio su papel de cornudos y apaleados en el sainete aronero, y tragaron obedientes segundones,  hasta que Torres decidió anunciar en el último comité regional del partido que la crisis de Arona se había acabado, que Mena volvía al redil, y que el PSOE que expulsó a su alcalde (por decisión del propio Torres), lo rehabilita ahora -pelillos a la mar- con todos los honores. 

     

    Cuatro de los concejales que acompañaron a García en el combate con su antiguo amigo Mena, presentaron el miércoles su dimisión, sin renunciar al acta, que eso sería ya un inusual ataque de dignidad. Alegan haber sido engañados por Torres, que les prometió darle a su candidata -la ex mujer del hijo de Marichal, que esto va de familias- el control de Arona. 

     

    La situación en Arona sigue siendo la misma de siempre: Mena se resiste a la extinción como un tiranosaurio en su mejor momento evolutivo, su guardia de corps (letrado incluido) sigue medrando al sol de cada día, y los que entraron en la fiesta del pulso aronero siguen divididos, enfrentados y esperando que lleguen las elecciones a ver qué pasa. 

     

    El PSOE también: resolvieron el conflicto como si fuera una mano de póker, buscando únicamente ganar. Y cuando vieron que no podían, volvieron a pactar con el mismo tipo al que habían echado ignominiosamente el año anterior. Adaptación, se llama la figura. Es el estilo de gestión de este PSOE canario de ahora: si no me sale lo que quiero, hago justo lo contrario. A veces me pregunto si aquí el mayor golfo es de verdad el abogado…

     

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