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Aquel puñal de Román

Francisco Pomares

 

Recuerdo perfectamente aquel inútil viaje oficial de Román Rodríguez a Marruecos y lo que ocurrió en él, porque estuve en ese viaje, junto a una docena más de periodistas de las islas. En aquellos tiempos era frecuente que los medios de comunicación enviaran gente a los viajes presidenciales. Hoy los medios reciben notas de prensa tan simpáticas y originales como esa que llegó ayer a las redacciones, glosando el viaje del presidente Torres a Martinica, y en la que viene a decirse que el viaje presidencial ha sido todo un éxito (faltaría más), porque Canarias liderará a las Regiones Ultraperiféricas en la justa reclamación de que no nos apliquen el Objetivo 55 del plan europeo por la descarbonización, ése que habla de descarbonizar el transporte aéreo y marítimo a base de cargarnos de impuestos. En fin, que si lo dice Presidencia, habrá que creerse lo que dice Presidencia.

 

Aunque es verdad que Canarias se está convirtiendo en un sitio extraño, donde el presidente nos cuenta lo que se le antoja (y hay que creérselo), el vicepresidente acude a la Universidad de La Laguna y asegura –como si eso fuera una decisión suya- que va a destinarse más Presupuesto a Universidades (y hay que creérselo), o el Gobierno premia a su propia televisión por hacer lo que se supone que debe hacer…  (y hay que creérselo también).

 

Pero no voy a liarme más con las cuitas del presente. Yo quería hablarles de aquél concreto viaje del entonces presidente del Gobierno Román Rodríguez –entonces presidente por Coalición Canaria- a Marruecos. El viaje se produjo al final de su mandato, en el mes de abril de 2003, cuando las elecciones regionales estaban ya convocadas. Y es verdad que el periplo no sirvió de mucho: el presidente se había marcado el objetivo de ser recibido por Mohamed VI, pero la visita fue precedida por la publicación en Rabat de informaciones en los que se hablaba maliciosamente de la cercanía de Román al Frente Polisario y al final el nivel de la visita quedó bastante deslucido: el presidente canario sólo fue recibido por el ministro de Exteriores, Mohamed Benaissa -una media hora, en su despacho del Ministerio- y por el de Trabajo, Asuntos Sociales y Solidaridad, Mustafá Mansuri, con quien Román dijo haber cerrado acuerdos para “poner fin al trabajo de esas mafias que últimamente están desarrollando su actividad en las costas saharauis, frente a Canarias”. Lo dijo muy confiadamente, aunque es verdad que tres años después –cuando se produjo la primera gran oleada de pateras a las islas- él ya ni estaba en la Presidencia ni en Coalición Canaria.

 

 

La cosa es que, durante aquel viaje y en sus prolegómenos, el entonces presidente fue extraordinariamente cauto y respetuoso al referirse a la monarquía alauita y a sus intenciones anexionistas, incluyendo las del Sahara, que más que intenciones eran hechos desde 1976. El momento más cómico del viaje fue cuando Román –durante uno de sus paseos ministeriales- acepto calzarse en bandolera una faca marroquí, símbolo de fidelidad al rey, que lució durante unas horas, cual emulo aldeano de Omar Sharif. Algún malvado de su sequito, o quizá del otro bando, le hizo una foto perversa, que se publicaría días después en el ABC de Madrid, con bastante cachondeo.

 

Unos cuantos (muchos) años después, un Román (mucho) menos tolerante con el reino alauita y su rey, ha advertido en el Parlamento que “el expansionismo de Marruecos no se limitará al Sahara”, asegurando que después de hacerse con el Sahara, querrán “Ceuta y Melilla y, luego, el mar territorial y la zona exclusiva”, en referencia a las aguas de Canarias. Román hizo tan belicosa declaración contestando a una pregunta ‘ad hoc’ oportunamente formulada por Manuel Marrero, colega podemita, sobre la posición ante el conflicto del Sahara de los gobiernos español, francés y alemán. Si a alguien le sorprende que se le pregunte a Román no sobre la posición del Gobierno que ahora vicepreside, sino sobre la de otros gobiernos en los que no pinta nada, es que no conoce la ocurrente creatividad que caracteriza las preguntas parlamentarias. En cualquier caso, no sé si el presidente Torres opinará lo mismo que Román sobre las intenciones anexionistas de Marruecos. Lo que si sé es que va a intentar hacer como si no se hubiera enterado.

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