Amor con barreras
Por Alex Solar
La instalación de una misteriosa barrera en las inmediaciones de la Zona Militar de Guacimeta, no una cualquiera sino una costosa instalación, ha suscitado protestas y la justificada inquietud en el Ayuntamiento respectivo. Una situación rocambolesca, ya que a varios días de conocerse la situación el ex ente público ha dado la cara y ha declarado que le pertenece, pero que en realidad es de Defensa.
AENA ha sido como la antigua URSS: una inmensa organización imperial manejada por una cúpula aristocrática, por sus orígenes sociales y por sus extensos contactos políticos, y que tras varios intentos fallidos de privatización desde los gobiernos socialistas y del Partido Popular, finalmente ha encontrado su auténtica vocación de empresa privada convirtiéndose en un híbrido que galopa alegremente en el parqué de la bolsa. Antiguamente, muchos de sus trabajadores y técnicos pertenecieron al estamento militar, ya que el ente público lo fue, y hasta que decidieron hacer la “limpieza” de funcionarios pasándolos a la categoría laboral moliente y corriente, no acabaron algunos de sus privilegios. No así los de sus directivos y ejecutivos, que constituyeron una agradecida casta con viajes pagados, dietas estupendas, cursos de formación gratuitos a alto nivel y otras prebendas.
Los currantes de a pié tampoco se podían quejar, estaban bien cubiertos por generosos convenios sindicales, seguridad en el trabajo y jornadas más que aceptables. La generosidad de la empresa, sin embargo, no se ha extendido al resto de sus socios o inquilinos, o sea a los currantes que trabajan en sus dominios feudales. Las contratas de información general o de limpieza y las compañías de handling permanecieron al margen de tantos beneficios, como las exenciones de pago en aparcamientos de la empresa, excepto bonificaciones algo escasas. Caso aparte eran los políticos, diputados y senadores, a los que se pasaba factura “simbólica”, pues gozaban de gratuidad absoluta en sus vehículos aparcados en el parking de AENA, en viajes tanto privados como oficiales.
La barrera de AENA simboliza ese desamor a los trabajadores ajenos y también a la mayoría de los ciudadanos que han tenido que pagar a tocateja la apertura de las barreras privadas en un recinto de una empresa que hasta hace poco era pública.
También es seña del divorcio con el ayuntamiento, tras una efímera luna de miel y una boda con contrato prenupcial leonino, un convenio que duró muchos años.