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Aldama y su caja de Pandora


Francisco Pomares


El abogado de Aldama ha entregado al Supremo un dossier de 37 folios que amplia y documenta algunas de las cosas que su cliente le dijo al juez Ismael Moreno en la Audiencia Nacional hace quince días. El informe incluye una lista de constructoras que –según Aldama- fueron favorecidas por contratos y adjudicaciones amañadas. El gomina señala a Ángel Víctor Torres como clave en una de esas adjudicaciones, la de la reforma del cine Royal de Las Palmas, para destinarlo a sede de la Agencia Tributaria, adjudicada a una de las empresas de la trama Koldo, Levantina, Ingeniería y Construcción, que logró contratos por casi 130 millones de euros del Ministerio de Transportes, durante el mandato ministerial de José Luis Ábalos. Aldama desvela la relación entre Koldo García y el empresario José Ruz, propietario de Levantina, y las comisiones enormes facturadas por los contratos que Koldo consiguió.

 

Koldo y Ruz viajaron a Las Palmas el nueve de febrero de 2022 y se hospedaron en un hotel de Las Canteras. Fue un martes, y el domingo –¡el domingo!- de esa misma semana la consejería de Hacienda publicó en la plataforma de contratación el anuncio de la licitación para la reforma. Todo fue extraordinariamente rápido: tres meses después, la obra había sido adjudicada a Levantina.

 

Lo cierto es que esa licitación se enfrentó a muchos reparos: fueron hasta ocho las constructoras que presentaron propuestas para hacerse con la reforma del edificio Royal, que acabó por adjudicarse a la que era la oferta más cara, seis millones y medio, 640.000 euros más de lo que pujó la empresa que presentó la más barata de las aceptadas. La empresa de Ruz no superó a las otras en las valoraciones objetivas, pero sí en la puntuación subjetiva. Una reclamación de la Asociación de Constructores de Las Palmas, acabó provocando la repetición de la licitación, que volvió a ganar Levantina, también en base a criterios subjetivos. Eso provocó que Obrascon Huarte, la empresa que había realizado la mejor oferta, que fue desechada considerando que era temeraria, presentara un nuevo recurso, que fue desestimado por el organismo que revisa los procesos de contratación -el TEA- y que dependía –como la Agencia Tributaria- de Hacienda, de Román Rodríguez.

 

Cuando la Guardia Civil detectó esta adjudicación, ya investigando las mordidas de Koldo, consideró extraña la coincidencia entre la licitación y el viaje de Koldo acompañado por el empresario. La UCO vinculó el contrato a la trama porque el modus operandi de Koldo se basó siempre en explotar su relación con Ábalos y con las personas, entidades y administraciones en las que Ábalos ejercía más influencia, entre ellas el Gobierno de Canarias. Cuando se adjudicó la obra, Ábalos ya no era ministro, pero la relación con Torres se mantenía.

 

La obra no ha concluido: a pesar de las prisas iniciales por materializar el contrato, el antiguo cine no ha podido estrenarse aun como sede de la Agencia Tributaria, porque Levantina quebró y se declaró insolvente, tras solicitar –y conseguir sin problemas- una ampliación del plazo, cuando la obra estaba casi acabada.

 

Aldama asegura en sus papeles que en esta obra Torres se lucró. Quizá sea cierto o quizá sea un infundio, pero es verdad que todo el procedimiento de adjudicación resulta sin duda bastante sospechoso. Aldama ha introducido también un componente morboso y vengativo en sus aclaraciones ante el Supremo. Ha dicho que le proporcionó a Torres apartamentos para mantener citas privadas. Se trata de un intento obvio de situar al ministro en la estela del interés público, de recordar las aventuras del tito Berni y de emporcar más la imagen de alguien con quien –asegura- mantuvo una muy estrecha relación.

 

Tendrá que probar esa estrecha relación. Mientras lo hace, creo que las andanzas íntimas de Torres –si es que no se las ha inventado Aldama para mayor escarnio de Torres y divertimento público- no tienen especial interés ni trascendencia, ni siquiera si fuera cierto que Aldama le prestó alguna vez un piso. Lo importante aquí no es si Aldama le buscaba a Torres donde pasar una juerga, sino si Aldama y Torres eran tan próximos como para que el gomina pudiera ejercer como su palanganero. En estos asuntos, la pista cutre y miserable es sólo moral de caspa, un aditamento accesorio de lo que realmente cuenta, que es la pista del dinero.

 

Si esa pista existe, donde hay que mirar para llegar a algún lado no es en la vida privada de Torres, sino en el Royal, en su expediente, en las citas y la agenda del entonces presidente. Y también, ya de paso, en la de quienes gestionaron una licitación tan extraña y una adjudicación tan conveniente.

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