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3,2,1… vuelve el Día de la Marmota

 

Mar Arias Couce

 

Me estoy armando de paciencia para encarar lo que se nos viene encima, que no es poco. Y es que señores, ya no queda nada, cuando acabe el verano, comience el curso, llegue la fiesta de los Finaos, con sus tradiciones insulares e importadas, como los “jalogüines” y todo lo demás, aunque nos pese, y sobre todo, pase la Navidad, ya está, ya tenemos los comicios electorales a la vuelta de la esquina. Y nos volveremos a ver inmersos en ese eterno Día de la Marmota que se repite cada cuatro años, incluso menos si, como ya ha pasado, los partidos no llegan a acuerdos a la primera. Y siento una pereza enorme a la hora de volver a escuchar todas las promesas de siempre, de empezar a contarles a todos ustedes todo lo que los políticos, de cada uno de los partidos, se comprometen a hacer y nos cuentan a nosotros, los ‘plumillas’.

 

Otra vez vamos a aprobar en esta legislatura un Plan de Ordenación para la isla, y para Arrecife, claro está; vamos a mejorar las carreteras, que van a ser la envidia de Canarias y de toda España; además vamos a poner en marcha una ciudad sanitaria que ya quisieran los madrileños, impresionante, con todo lo que podríamos soñar. Por supuesto, tendremos más colegios, y mejores; más centros deportivos; tendremos una gran atención social y centros de la tercera edad nuevecitos… Algo conté ya en una columna anterior que titulé 'La Isla de los relojes dormidos', pero es que desgraciadamente el tema no deja de estar de actualidad.

 

Como cada cuatro años, todo serán promesas, apretones de manos y baños de ovaciones multitudinarias, así como enfrentamientos entre unos y otros, aunque luego pacten y se den la mano para gobernar conjuntamente y hacer lo que buenamente puedan, y les dejen desde el Gobierno de Canarias o desde el Gobierno del Estado.

 

Año tras año nos enfrentamos a una avalancha de promesas pintadas sobre el papel que rara vez se traducen en obras reales, por unas causas, por otras o por todas a la vez… Lo cierto es que Lanzarote, la tercera isla de Canarias, esa islita que quiere ser Premium pero no la acaban de dejar, sigue estando muy lejos de contar con todas las infraestructuras que necesita y merece. Y los lanzaroteños se agotan de escuchar, una y otra vez, y otra, y otra, las mismas promesas que ya, por repetidas, resultan difíciles de creer.

 

No tengo un final amable para esta columna, solo un gran fondo de esperanza, que, como el fondo de armario, hay que tener para estas ocasiones porque no podemos dejar de creer en que será posible tener una Lanzarote mejor, más preparada, más limpia, más adaptada a las necesidades reales de su población.

 

Yo quiero creerlo, necesito creerlo, así que me armo de paciencia, cargo el bol de palomitas y me enfrento con resignación a este Día de la Marmota con toda mi fe puesta en que, como algún día tiene que finalizar, tal vez estas elecciones sean las buenas. Tal vez Lanzarote esté de suerte y consiga los políticos que se merecen los lanzaroteños. Ya les iré diciendo como avanza la cosa. Prometido.

 

 

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