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Famara, triunfo de la razón


Bastante polémica se levantó en las redes sociales por los cambios que el Ayuntamiento de Teguise, a propuesta de la Junta de Seguridad, impuso para las fiestas de Famara, que acaban de concluir con sensación de éxito. Éxito porque se cumplieron los objetivos marcados en cuanto a la seguridad se refiere. Los cierres de accesos de carreteras, el mayor uso del transporte público, las prohibiciones de aparcar en cualquier lado del paraje y un incremento de la presencia policial y de servicios de emergencias consiguieron aminorar los riesgos que nunca se sabe por donde pueden saltar. Los riesgos, insistimos de una fiesta multitudinaria, a la que acuden miles de personas, la gran mayoría menores de 35 años, con botellones y drogas varias de por medio, son múltiples. Incluso con las mayores dotaciones policiales y equipos de emergencia, el riesgo de que suceda algo grave puede siempre ocurrir, pero es evidente que la misión de las autoridades públicas es aminorarlos a veces tomando decisiones drásticas e incluso impopulares. Todo exceso aparente de controles, prohibiciones, cierres y de formalismos no gustan a la mayoría y a veces provocan cierto enfado en los usuarios, pero lo contrario puede ser peor. ¿Que diríamos hoy los medios de comunicación si el domingo, día de la procesión marítima y la fiesta de la manguera, no se pudiera sacar del pueblo a un accidentado o un enfermo con rapidez por el atasco que se produjo en la pasada edición de las fiestas en la salida principal del pueblo? Ya estaríamos diciendo que muchos lo habían advertido, que las fiestas se le han ido de las manos al Ayuntamiento. A veces decisiones impopulares terminan siendo necesarias. Normalmente se suele hacer al revés, es lo más fácil para el político populista. Otra cosa son los excesos de prevención, o las multas innecesarias que se dedicó la Guardia Civil a poner en las inmediaciones de la playa grande. La gran labor que sin duda hizo la Guardia Civil, que por cierto suele ser uno de los cuerpos con más sentido común, quedó deslucida en parte por el exceso de celo de algunos de sus componentes. Eso no quita para felicitar a ese cuerpo y a todos los equipos de seguridad y emergencia (muchos de ellos voluntarios) por la gran labor desplegada en los tres días grandes de las fiestas.

 

Deconstrucción de unas fiestas

 

No deja de ser llamativo que lo que más se destaque de unas fiestas populares sea precisamente que no pasó nada grave y que las fiestas y sus actos en sí queden en un segundo o tercer plano. Lo cierto es que las Fiestas de Famara, lo hemos escrito aquí, corrían el riesgo de morir de éxito. De hecho, lo que comenzó siendo una fiesta a la que acudían los propios veraneantes del lugar y algunos familiares y amigos, se ha convertido en otra cosa. No decimos que peor ni mejor, pero el programa de fiestas y los actos oficiales ya no tienen ese calado que le dio sentido y ya realmente es famosa por la cantidad de gente que acude a los días grandes de todos los rincones de la isla. La realidad es que la fiesta de Famara se ha convertido en los días grandes en un gran botellón festivo donde los jóvenes expulsan a los mayores cada vez más. Sin duda es una cuestión a reflexionar, pero no es sólo una cuestión exclusiva de Famara,. Ya prácticamente todas las fiestas veraniegas celebradas en una zona costera se convierten o se traducen en una gran verbena, donde lo menos que se hace es oír la música. Aquello de que la gente llama a la gente está ocurriendo cada vez mas en todas partes. No es exclusivo, por Dios, de Lanzarote, pero quizá aquí la moda es todavía más a estudiar. Un 50% de los jóvenes recorren todas las verbenas veraniegas en una especie de carrera a la nada: beber y trasnochar. Esa es la diversión. Realmente para reflexionar. Antes no era tan distinto, dirán algunos y con razón, pero ahora reconocerán que el asunto va en aumento. Famara quiere recuperar sus inicios, oímos a algún bien intencionado cargo público. Una ingenuidad, porque para eso hay que cargarse las fiestas de Famara. Hasta que la moda pase y el Estado de Bienestar siga instalado en nuestra sociedad (ademas de otras cuestiones culturales), las fiestas de Famara serán cada vez más de los jóvenes. Aunque es verdad que en esta edición acudió menos gente sobre todo la noche del viernes y del sábado, han echado por aburrimiento y por viejos a los más mayores.

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